“Los restos de la sinagoga de Cafarnaúm conforman uno de los lugares más dignos de ser visitados en Palestina”. Así se expresaba un famoso arqueólogo en el siglo pasado. Gran edificio público, construido con piedra blanca caliza, traída desde lejos; dinteles bellamente labrados, columnas esbeltas: en el siglo cuarto de nuestra era una gran comunidad judía construyó un bello edificio junto al lago de Galilea. La piedra blanca resalta aún más entre los restos del poblado antiguo, todos ellos de basalto negro, piedra abundante en la región.
La entrada está orientada hacia el sur, hacia Jerusalén. Ahí se leía la Ley y todos los participantes oían la palabra con el cuerpo, la mirada y el corazón orientados hacia la ciudad santa.
Uno de los adornos más bellos de la sinagoga es un bajorrelieve de un arca de la alianza –lugar donde se guardaban los rollos de la Ley– con ruedas. Es algo más que una mera cuestión práctica: la Ley se mueve con los creyentes, Dios se mueve y camina con su pueblo.