Desde Babel, el gran reto de la humanidad es la comunión. En el matrimonio, en las familias, en la ciudad, en los países, en las relaciones internacionales. En la Iglesia. Por desgracia, muchas de nuestras leyes y la mayoría de nuestros esfuerzos están encaminados a gestionar rupturas.
Convivir, aprender a amar, compartir tiempos y espacios, fracasos y proyectos, es la gran tarea del ser humano sobre la tierra. Y no es fácil. Fundar bien la comunión y aprender a restaurarla son, tal vez, las claves de nuestro futuro.
¿Cuál es la raíz, la condición de posibilidad de una comunión enriquecedora en igualdad? Escribiendo a los primeros cristianos europeos, en la ciudad de Filipos, san Pablo les invita a fundar la comunión en la humildad.
También la palabra que este domingo nos propone la liturgia tiene que ver con la humildad; y con la gratuidad. Son lecciones que Jesús propone en el contexto de una comida.