Los expertos saben reconocer muy bien los distintos tipos de plantas y árboles. También los menos expertos podemos distinguir los más significativos. Las hojas del roble, por ejemplo, son fáciles de reconocer; el tronco de un alcornoque delata el tipo de árbol que tenemos delante.
El elemento que mejor nos hace reconocer un árbol, sobre todo si es frutal, es el tipo de fruto que da. Esta observación de la naturaleza, como en tantas otras ocasiones, sirve a Jesús, maestro de sabiduría, para darnos una enseñanza profunda.