Reto de Amor

Que pases un feliz día.
DE SACRISTANAS

Cada mediodía, cuando vamos a rezar el rosario, encendemos el foco que ilumina el Sagrario; no es que haya poca luz, es que mientras repasamos los misterios de la vida de Jesús, nos gusta que resalte el lugar donde Él se encuentra realmente, esperando que lleguemos para derramarnos su amor. Nos gusta también hacer sensible que Él es nuestro centro, en el centro del día, cuando descansamos de nuestras tareas matinales (que en el convento son muchas).

Las sacristanas, como somos aún novatas, a veces encendemos luces de más o de menos; se nos olvida, entre tantos detalles, prender las velas, los micrófonos, libros, ropa, agua bendita… pero el Señor viene en nuestra ayuda y en el último momento nos lo recuerda. Por ejemplo, esos días que estuvo un padre dominico especialista en liturgia, nos dijo: “Es bueno, tiene que haber agua bendita en las iglesias, ¡ah!, ya he visto que aquí la hay…” Ja, ja… la acabábamos de echar esa noche, porque la pila llevaba muchos días vacía sin que nos hubiésemos dado cuenta. Como éste, muchos otros detalles.

Pero, a lo que iba con la luz del Sagrario al mediodía: ayer cuando estábamos rezando la hora sexta, el Señor me regaló experimentar esto: YO soy el centro de tu vida, de la comunidad, de la Iglesia. Y me dio tanta alegría experimentarlo… Fue de esas veces que saberlo, lo sabes en la razón y la fe, pero lo paladeas, lo saboreas, te hace cosquillas; entonces te entra una alegría y se te ilumina eso que tanto has oído y aún dicho: CRISTO MI CENTRO. Por eso es importante cuidar los detalles externos cotidianos, las costumbres tradicionales como encender una luz, hacer una inclinación o genuflexión, ponerte una alarma o soltar un beso al pasar por una iglesia, ceder el paso o el asiento…

¿Qué te parece el reto de hoy actualizar estos pequeños gestos que te afinan el espíritu y complacen a los demás?

¡VIVE DE CRISTO!