Se podría titular así una sección dedicada a gentes que vemos por primera vez, a acontecimientos que se olvidaron y que vuelven al presente aún más cargados de significado que cuando los vivimos o presenciamos antaño, o a los cambios de comportamiento que para mejorar nuestro nivel de vida personal deberíamos hacer , e incluso hacemos, para seguir siendo fieles a la realidad y no solo a nuestras ideas sobre ella, a la relación más o menos alucinatoria desde la que no pocas veces miramos creyendo verla, cuando es solo la punta del iceberg de un deseo absolutamente solipsista y compensatorio, que nos sirve de falso anuncio de lo que la realidad no nos puede mostrar porque así ella no es, y que tan ciegamente y culpablemente tomamos por la verdad de esa realidad.
Quien no está dispuesto a cambiar la percepción que nos hacemos de nosotros mismos y/o de los demás, no creo que pueda vivir una vida parroquial consciente y real, de hecho, casi llegamos a pensar que justo quienes cambian de opinión, quienes evolucionan y se atreven a negarse lo que en otro tiempo fue “pan de cada día” para ellos y son capaces de descubrir que no era tal pan aquel pan , ni era ese el día que tocaba, ni el vino aquél era ya vino. Ser capaces de mudar y de andar para descubrir la verdad, la sorpresa o la mentira, para reconocer belleza donde nunca sospechábamos que íbamos a encontrarla. Eso nos pasa con las personas.
El trato cotidiano, los protocolos, los estereotipos, las apariencias, nuestras profundas necesidades de ser amados, reconocidos, valorados… enmascaran aspectos sublimes que deberíamos descubrir o esperar si con el tiempo podemos, o al menos no hacernos malas ideas desinteresadas, si el tiempo que las tratamos es corto y poco personal. ¡Concedámonos siempre la oportunidad de autodescubrirnos y de dejarnos descubrir por los otros! ¡Dejemos en libertad las apreciaciones de la gente, sean erróneas o no ¡Pero, no nos encerremos nunca en los bajos fondos de los desprecIos o las desvalorizaciones Y MUCHO MENOS hagamos partícipes a los otros de nuestro malmirar, maloir, malquerer , aspectos que tal vez no vemos en nosotros mismos porque no se los consentimos a los otros. Y viceversa. Somos vasos comunicantes incluso desde lo que algunos llaman el inconsciente, y que no son más que nuestras mentiras y nuestros sufrimientos que nos fuerzan casi a desfigurar la pobremente hermosa realidad personal, nunca apagada ni obscurecida del todo, pues Dios nos está amando sin cesar, y es desde Él, desde donde tenemos que mirarnos todos, sin convertirlo en el guiñapo que a veces parece que lo hemos percibido. ¡Salvemos nuestra imagen, salvando la de los demás! Esa si que es una buena muestra de COFRADÍA auténtica. Una práctica muy recomendable en todo Adviento. Pero estemos siempre dispuestos a mejorar nuestras ideas sobre los otros, aportando, buscando, o recibiendo informaciones que si hubieran estado antes en nuestro poder, tal vez habrían hecho inútil una mala experiencia de relación social, parroquial o ciudadana, sin más. Eso es practicar ecología humana, reciclar y reciclarse como personas. Esperemos siempre gestos nuevos, confidencias nuevas, que nos hagan salvarnos unos a otros de la mentira y el desamor del ANÓNIMO ENVIDIOSO.
Vicente Ruíz Blanco, voluntario parroquial.