Buscó vivir su vocación en alguno de los monasterios del norte de España, pero no fue admitido. Santo Domingo de la Calzada había sentido la llamada de Dios de una forma tan fuerte y real que tuvo que seguir buscando dónde servir, dónde repartir tanto amor que él recibía de parte de su Creador. Un santo italiano, de servicio por tierras riojanas, le ayudó a encontrar su camino.
El Camino de Santiago estaba en aquellos tiempos de la edad media en todo su esplendor. Pero los caminos del Camino no eran seguros, sobre todo en el norte de Castilla. Hacían falta calzadas, puentes, asistencia, hospitales.
Santo Domingo, patrono de los arquitectos, encontró ahí su vocación a servir: facilitar el Camino a los peregrinos, ayudarles a llegar a la meta.
La vida es imposible sin la infraestructura; el sustrato humano es indispensable para la religión. El espíritu y la carne caminan unidos en el hombre.
Tal fue el empeño de nuestro santo que hasta fue naciendo una ciudad en el Camino con vocación de servir, de apoyar a los caminantes, y tomó precisamente su nombre: Santo Domingo de la Calzada.
Celebrábamos este pasado viernes la festividad de este santo tan nuestro y tan práctico, tan humano y, por ello, tan cristiano.
Este domingo, el Evangelio que se lee en nuestras Iglesias proclamará a Jesús de Nazaret como camino, verdad y vida. Jesús es el camino, nos dice a todos nosotros, representados en Tomás.
A menudo, es fácil tener metas, pero no lo es tanto encontrar la senda, la puerta, el camino. Jesús le dice a Tomás que él no es solo la meta, no está esperando en el cielo para darnos el premio: se ha adelantado a la tierra para hacerse camino, para abrirnos las puertas de una felicidad posible.
El Camino de Santiago es uno de los signos más claros de Jesús como Camino. El cristianismo no es un conjunto de ideas, o una serie de promesas de futuro pertenecientes al mundo del espíritu; es Dios entre nosotros, carne divina, meta alargada que llega a nuestras puertas y nos invita a caminar. Jesús, que se había designado como Pastor que acompaña nuestros esfuerzos y sendas, se hace también camino, tierra humillada que se deja pisar, huella que es posible seguir.
Santo Domingo de la Calzada nos recuerda que Jesús-Camino necesita obreros al servicio de los caminantes, personas que dediquen su vida a servir a los peregrinos; hacia Santiago, como símbolo, y, sobre todo, en el camino de la vida.
Constructores de puentes para que podamos vadear los ríos de la vida y sus aluviones; calzadas que hagan posible avanzar en medio de la maleza; ciudades de asilo en medio de los desiertos, presencia amiga en el corazón de tanta soledad; protección frente a los bandidos que nos acechan y frente a todos aquellos que buscan vendernos todo a precio de la propia vida.
¡Qué difícil resulta conseguir cualquier meta que merezca la pena! El camino está plagado de dificultades, de tentaciones, de oscuridad y atajos que no llevan a ningún sitio. Necesitamos compañeros, ayudantes, personas que pierdan su tiempo para que nosotros no perdamos el rumbo.
Bella es la vocación de Santo Domingo: salir a los caminos para ayudar a los caminantes, hacer posible que sus metas se hagan realidad. Como hizo Jesús de Nazaret, sus discípulos sabemos que no se ayuda desde el final: estamos invitados a salir al camino para ayudar a los que no pueden, o no saben, o han perdido el rumbo, o se cansaron de caminar y de soñar.
Nuestro Pastor nos quiere en el camino para que otros lleguen a la meta.
Manuel Pérez Tendero