El cansancio y el agobio son una de las características principales de nuestra sociedad. Sucede en el trabajo, en la familia, en los ámbitos eclesiales, hasta en la misma organización de las actividades de ocio.
Sería interesante preguntarse por las causas de esta situación; las causas sociales y también los motivos personales y familiares. En muchos casos, es posible que no podamos hacer nada; en otros, ciertamente, sí podemos.
En la actividad pública de Jesús sucedía algo parecido: eran tantos los que buscaban su palabra y sus milagros que no les quedaba tiempo ni para comer. Más de una vez buscó con sus discípulos lugares apartados de descanso. De forma personal, también buscó lugares y momentos para la soledad y la oración.
¿Dónde podremos encontrar esos oasis de paz que apacigüen nuestra vida y serenen nuestra alegría? ¿Quién será capaz de aportar palabras de consuelo y descanso a la vorágine de nuestros caminos?
En el Antiguo Testamento, el salmista desea llegar a fuentes tranquilas y pastos verdes para reparar las fuerzas, y sabe que solo Dios es pastor bueno que conoce los lugares adecuados para dar descanso a quienes lo buscan.
En algunos casos, este gran pastor de nuestro descanso se sirve también de personas que, en su nombre, nos ofrecen descanso y aliento. El profeta Isaías, como Siervo, se supo llamado a esta misión:El Señor me ha dado una lengua de iniciado para saber decir al cansado palabras de aliento. Muy temprano despierta mi oído para escuchar, como los discípulos.
Tal vez encontremos aquí las claves para poder convertirnos en profetas de descanso para los demás. Isaías tiene que ser discípulo, tiene que aprender a escuchar para saber decir palabras de aliento. Solo los que escuchan, solo los que tienen tiempo para prepararse, solo los que se saben siempre discípulos, pueden ser buenos pastores que conocen los lugares de hierba fresca para reposar.
Solo el Siervo tiene palabras adecuadas para todos. Desde arriba se pueden programar actividades de ocio, pero es difícil que surjan palabras de alivio. Solo los pequeños conocen el tono adecuado para decir palabras que serenen el alma. El descanso verdadero no se programa, mucho menos se impone: se recibe como gracia de las personas humildes y profundas.
Por eso Jesús, el Siervo definitivo, dice en el corazón del Evangelio las palabras clave para los cansados: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso.
El Hijo se hizo Siervo para experimentar nuestros cansancios y para poder ayudarnos de una forma humana. La Palabra poderosa se hizo palabra humilde para llegarnos al corazón y sembrar paz en nuestros caminos.
Casi siempre, también en ámbitos eclesiales y creyentes, el agobio tiene que ver con una lejanía de Dios, del Dios verdadero que es pastor y palabra serena. Puede suceder, incluso, que nos agobiemos pensando que servimos al Señor, cuando él no nos ha pedido ciertas actividades.
La paz no es solo necesaria para el ser humano: es también el caldo de cultivo necesario para la verdadera misión, para que den fruto nuestros trabajos. Los israelitas inventaron el sábado sabiendo que el tiempo consagrado a Dios tiene que ver con el descanso.
Este domingo, la Eucaristía se vestirá de verdes pastos y el Señor de nuestras vidas nos invitará a reposar. Allí, escucharemos palabras de alivio y nos alimentaremos con el pan de la paz.
Manuel Pérez Tendero