El domingo de Ramos, la Iglesia conmemora la entrada de Cristo, el Señor, en Jerusalén para dar cumplimiento a su misterio pascual. Además, la liturgia contempla la entrada solemne con la bendición de los ramos y la lectura del evangelio de la entrada triunfal de Jesús.
En nuestra parroquia, en varias celebraciones de la eucaristía hemos salido a la plaza para la bendición de los ramos y entrar solemnemente al templo parroquial.
En concreto, el sacerdote se dirigía a los presentes con estas palabras:
Queridos hermanos:
Después de haber preparado nuestros corazones
desde el comienzo de la Cuaresma,
por medio de la penitencia, la oración y las obras de caridad,
hoy nos congregamos para iniciar con toda la Iglesia,
la celebración del misterio pascual de nuestro Señor.
Este sagrado misterio se realiza por su muerte y resurrección;
para ello, Jesús ingreso en Jerusalén, la ciudad santa.
Nosotros, llenos de fe y con gran fervor,
recordando esta entrada triunfal,
sigamos al Señor para que, por la gracia que brota de su cruz,
lleguemos a tener parte en su resurrección y en su vida.
Después de un momento de silencio, el sacerdote realiza la bendición de los ramos con la siguiente oración:
Dios todopoderoso y eterno,
santifica con tu bendición + estos ramos
para que, cuantos seguimos con aclamaciones a Cristo Rey,
podamos llegar por él a la Jerusalén celestial.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Esta procesión de entrada termina con la lectura del evangelio y la invitación del sacerdote a entrar en el templo: “Queridos hermanos: Imitemos a la muchedumbre que aclamó a Jesús y caminemos cantando y glorificando a Dios, unidos por el vínculo de la paz”.
Mientras el pueblo y los ministros entraban en el templo parroquial, el coro cantaba algunas de las antífonas del misal como: “Los niños hebreos, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, aclamando y diciendo: Hosanna en el cielo”.