Muchos son los pueblos y ciudades que, en estas fechas, celebran sus fiestas patronales. Es posible que, debido a la pandemia, estas celebraciones no se puedan realizar con normalidad.
En el fondo, también late la pregunta de si estamos en condiciones espirituales de celebrar ninguna fiesta.
Pero, en la raíz de la conmemoración de la Asunción de María, que es el motivo de las fiestas en este día, sí tenemos motivos para celebrar y para recordar. El contenido de la fiesta, más allá de las formas de celebrarla, tiene mucho sentido, también en esta época de incertidumbre y temores.
El significado de la asunción de María a los cielos es doble. Por un lado, celebramos la victoria del bien en su persona, su cuerpo victorioso después de una vida al servicio de la voluntad de Dios, vinculada al misterio de Jesús de Nazaret; en ella, vemos nuestro propio futuro: vincularnos a Jesús, vivir en la obediencia a los planes de Dios, tiene un fruto de vida para siempre. Por otro lado, el misterio de la Asunción nos habla de misión en María: ella es la nueva Eva que, junto al nuevo Adán resucitado, sigue trabajando por la salvación de todos, en la construcción de una humanidad nueva y reconciliada.
Desde la verdad de esta fiesta, podríamos repasar todas nuestras dudas e incertidumbres para vivirlas desde la luz de María y con la ayuda de su intercesión. No estamos solos: contamos con su consuelo y la tenemos como modelo para la toma de nuestras propias decisiones.
Triple es, pienso yo, la problemática que vivimos y que María quiere iluminar desde su condición de Madre resucitada.
En primer lugar, estamos experimentando el sufrimiento de una pandemia universal que ataca, sobre todo, a los más débiles. ¿Cómo estará viviendo aquella que es Consuelo de los afligidos este dolor de la humanidad? ¿Cómo podríamos pedirle consuelo y ayuda? ¿Cómo vivir marianamente todos los miedos y la soledad de esta situación?
En segundo lugar, una nueva ideología se va imponiendo de forma vertiginosa en nuestra sociedad global, convirtiendo en ley una forma de entender al ser humano. La ideología de género arrasa todo pensamiento y descalifica a quien se atreve a pensar libremente. ¿Qué piensa María, modelo de mujer para los cristianos, de esta situación? ¿Cómo podremos encontrar en ella luz y fuerza para afrontar esta tormenta y vivir conforme al Evangelio de su Hijo? ¿Cómo vivir marianamente nuestra sexualidad, cómo pensar al ser humano desde la figura de María de Nazaret? Ella es Auxilio de los cristianos y modelo de mujer, modelo de humanidad nueva: ¿cómo vivir y anunciar, desde ella, la propuesta cristiana a esta sociedad?
En tercer lugar, se cierne sobre la humanidad y sobre la misma Iglesia el fantasma de la división. Parece que, según nos obligan a pensar a todos de la misma manera, se multiplican, en cambio, las violencias y el desencuentro. La ruptura es el signo de nuestras relaciones, la dialéctica es el método de nuestra forma de pensar.
La misma Iglesia, que está llamada ser “signo e instrumento de la unión con Dios y de la unidad de todos los hombres”, sufre cada día más el drama de la división. Por razones ideológicas y litúrgicas, por motivos psicológicos de inmadurez y deseos de protagonismo, por unas u otras razones, aquel que divide –diabolos– parece estar venciendo la batalla de la historia.
¿Qué pensará la Madre de todos de las divisiones entre sus hijos? ¿Cómo afrontar el presente y construir la comunidad desde la sencillez y la ternura de María? ¿Cómo ser misioneros de la unidad ante los hombres con su ayuda materna?
Tienen mucho sentido y contenido las fiestas que celebramos: es tiempo de rezar, de discernir, de pensar, de vivir, de construir. María, con su poderosa intercesión y su ternura maternal, acompaña nuestros esfuerzos.
Manuel Pérez Tendero