En la Biblia aparece a menudo la designación de Yahvé, el Dios de Israel, como “Señor de los ejércitos”. ¿No implica esto un concepto bélico de Dios, incompatible con los deseos de paz de la mayoría de los seres humanos?
De hecho, la traducción griega del original hebreo suele traducir la expresión por “Señor omnipotente”.
El papa Francisco ha convocado para hoy una Jornada de oración y ayuno por la paz en Siria, en Oriente Medio y en todos los países del mundo. Ha invitado también a miembros de otras religiones y a aquellos que no creen.
¿Qué significa esta designación extraña y arcaica del Dios a quien rezamos por la paz?
Es muy posible que, en su origen, la frase completa para designar a Dios fuera, en hebreo, `El Yahvé Sebaôt como nombre completo de la divinidad, que solía ser una frase. La traducción sería: “Dios creó los ejércitos”. Más adelante, perdió la primera palabra, el nombre común de Dios (`El), y quedó la expresión Yahvé Sebaôt. En un tercer momento de su evolución, también perdió el complemento del verbo (Sebaôt) y quedó solo el verbo (Yahvé) como nombre de la divinidad israelita.
Es la opinión de algunos estudiosos para explicar el nombre de Yahvé, que es una conjugación del verbo “ser”, en tercera persona de singular, que significa “él hizo ser”, es decir, “creó”.
Por tanto, la expresión “Yahvé de los ejércitos”, no tendría nada que ver con un Dios guerrero, sino con la actividad inicial del Dios creador, y con su poder que gobierna todos los seres vivos. Él creó los cielos y todos sus ejércitos, es decir, las estrellas, los astros, los ángeles,… Él creó la tierra y todos sus ejércitos, es decir, todos sus habitantes.
Por otro lado, la actividad principal de este Señor que gobierna los mundos es, precisamente, poner fin a la guerra. El Salmo 46 lo dice de una forma muy bella:
“Yahvé de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob… Pone Sabbat a la guerra hasta los confines de la tierra”.
Todos sabemos lo que significa la palabra hebrea sabbat: es la designación del séptimo día de la creación, cuando Dios descansó de su tarea, el sábado, día consagrado al Creador.
La providencia de Dios gobierna el mundo; la semana inaugural no es sino el símbolo de lo que la historia está llamada a ser: camino hacia el descanso, hacia su sábado pleno, hacia su acabamiento y paz definitiva.
En aquella semana inaugural, el Creador puso paz en los elementos: venció el caos y convirtió este mundo en un lugar habitable. Ahora, a lo largo de la historia, su labor continúa: quiere convertir en lugar habitable nuestras tierras y ciudades, desea transformar en hogar para todos sus hijos esta sociedad nuestra marcada por nuestras contradicciones.
La guerra es fruto del pecado, de esa dimensión no humana del hombre. La guerra es caos sin futuro, empeño en hacer daño cuando una causa no tiene verdad ni belleza.
El Creador no ha abandonado nuestro mundo; él quiere nuestra colaboración para construir este hogar común, este cosmos de belleza, este hogar fraterno. Por eso, rezar es colaborar con Dios en la construcción de la paz, buscar la fuerza plena en la que sustentar nuestra esperanza cuando la destrucción nos invita a la desesperación. Ayunar es superar nuestros apetitos, nuestros deseos de posesión, que son el origen de todas las rivalidades y luchas.
Construir el mundo es colaborar con el Creador para que llegue el sábado de la historia, el descanso de todas las inquietudes, la paz en todas nuestras relaciones.
Manuel Pérez Tendero