Hoy se cumple

En algunas de las representaciones que el jesuita Marko I. Rupnik hace en sus mosaicos de la anunciación, María aparece formando parte de un pergamino que se desenrolla: ella es pergamino abierto a la Palabra de Dios, materia viva y libre donde el Espíritu escribe para todas las generaciones el Evangelio definitivo de Dios a los hombres.

anunciacion rupnikPEQ

Muchos siglos antes de haberse creado estos iconos, unos años después de haber María acogido el Evangelio, su hijo Jesús, en la sinagoga del pueblo donde se había criado –el mismo pueblo que vio venir al ángel de la anunciación–, también cogió un rollo y lo abrió.

Era el final del libro de Isaías, donde el profeta habla de haber recibido el Espíritu de Dios para hablar sus palabras, para anunciar su misericordia y su libertad a todos. A diferencia de María-pergamino, aquel rollo sí estaba escrito, con la misma tinta del Espíritu, pero con la pluma de los profetas de la antigüedad.

Jesús vino a abrir y leer ese pergamino para cumplirlo. Había palabra y promesa: faltaba realidad y cumplimiento. En el lugar en que se encarnó la Palabra, aquella misma Palabra, crecida entre nosotros, comenzó su misión con palabras bíblicas y vida humana: “Hoy se cumple esta Escritura”.

Jesús de Nazaret es la carne de la Biblia, la realidad de las promesas de Dios. Él es el cumplimiento de todos los sueños del pueblo y sus poetas. Dios ha ido suscitando anhelos en su pueblo elegido para poder, ahora, llenar de frutos tanta siembra. Un fruto pequeño, incipiente, humano…, como las cosas de Dios. Jesús es la verdad de todo cuanto creemos.

¿Existe Dios? ¿Nos ama? ¿Son creíbles las promesas de los profetas bíblicos? Nuestra respuesta está en el hombre que leyó el rollo en Nazaret, en sus breves palabras: “Hoy se cumple esta Escritura”.

¿Podemos esperar una vida más allá de la muerte? Jesús es nuestra respuesta. ¿Tiene futuro una moral del esfuerzo y la dignidad, de una carne que puede vivir según el espíritu? ¿Es posible una educación que nos personaliza y nos hace libres a pesar de los triunfos y fracasos, frente a las seducciones y los temores? Jesús es nuestra respuesta. En él es posible la bondad que dura, el amor que perdona, la fidelidad que crece.

¿Es posible la esperanza en un mundo donde triunfan los cínicos, tienen el poder los demagogos y son pisoteados los débiles? “Él ha venido a anunciar la libertad a los cautivos y la liberación a los oprimidos”.

¿Debemos seguir trabajando por un mundo nuevo cuando el dinero es el único valor y todos se rinden al poder de la economía? “Él ha venido a anunciar el Evangelio a los pobres”.

¿Es posible que cambie nuestra sociedad, cuando la mentira sustituye a la historia y los mejores valores se ocultan tras el vocerío de los ebrios? “El Espíritu lo ha ungido para devolver la vista a los ciegos”. Es posible volver a ver, es posible superar la mentira y sus monumentos; ninguna oscuridad puede vencer la luz que nos trae el Ungido.

Frente a tanta violencia y ruptura, cuando las heridas se agrandan y nos revolcamos en nuestro propio pecado, ¿podremos reconstruir la unidad, encontraremos el camino de la reconciliación? “Él ha venido a anunciar el año de gracia del Señor”.

Jesús es la verdad de Dios. Él es la carne de la belleza que andamos siempre buscando. Él es la realidad de nuestros mejores sueños. Él es la verdad del hombre.

Nuestros ojos, como en aquella sinagoga de Nazaret, se quedan fijos en los labios de este hombre que acaba de leer con unción y credibilidad las promesas de antaño. Llegan días de cumplimiento.

MANUEL PÉREZ TENDERO