¿Cuáles fueron las primeras palabras de Jesús de Nazaret? Quizá ‘Abbá, como buen niño que balbucea y buen Hijo que tendrá por siempre en sus labios el nuevo rostro de Dios. En el evangelio según san Mateo, Jesús interviene por primera vez al hablar con Juan en la corriente del Jordán, para convencer al Bautista, que se sabe indigno, para que lo bautice. Estas primeras palabras tiene que ver con la obediencia: “Conviene que así cumplamos toda justicia”. La justicia es el plan de Dios para el mundo, y el hombre está llamado a secundar esta justicia nueva del Reino que Jesús inaugura.
El evangelista san Lucas nos presenta unas palabras anteriores, cuando Jesús, con doce años, se pierde en el templo y les habla a sus padres de su Padre: ´”El hijo debe estar en la casa, en las cosas, de su Padre”. También será está palabra la última que pronuncie Jesús antes de morir en el mismo evangelio: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. El Padre es la referencia personal de aquel hombre que se sabe hijo de Dios.
En san Marcos, las primeras palabras de Jesús son un resumen de todo su mensaje: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios se ha acercado: convertíos y creed en el Evangelio”. Ha llegado la hora, porque Dios se ha acercado definitivamente, y el hombre debe responder con el cambio de vida para iniciar una nueva andadura marcada por la fe.
Para san Juan, Jesús es la Palabra misma de Dios; por tanto, todo en él es revelación, es mensaje, es un hablar de Dios. Sus primeras palabras son un poco posteriores al bautismo. Juan les muestra a dos de sus discípulos a Jesús como Cordero, con un anuncio profético de su destino; los dos discípulos siguen a quien va a ser Maestro y este, volviéndose, se dirige a ellos: “¿Qué buscáis?” Las primeras palabras de la Palabra están dirigidas a sus futuros discípulos y son una pregunta. Estas son las palabras que se escucharán este domingo en nuestras parroquias.
El Jesús que nos presenta san Juan es una persona que conoce a las personas, que adivina los pensamientos, que nos conoce por anticipado. Con esta pregunta directa, por tanto, no pretende saber las intenciones de los discípulos, sino hablar con ellos sobre las motivaciones profundas de su caminar. Jesús quiere que los discípulos expliciten aquello que les mueve. A Jesús solo se le puede encontrar cuando hemos orientado nuestras búsquedas más profundas.
¿Qué buscamos, cada uno de nosotros, durante los años que se nos ha dado vivir? ¿Cuál es la sed que orienta nuestros pasos, qué deseo profundo es motor de nuestros esfuerzos y vence frustraciones? De una forma u otra, todos encuentran lo que buscan o, al menos, no se detienen hasta creer haberlo encontrado, aunque no siempre queden satisfechos.
Desde el principio, Jesús quiere fundamentar una relación con sus discípulos desde lo profundo, desde el corazón, desde la vida como unidad. A menudo, muchos cristianos viven una religiosidad, una relación con Jesús, desde niveles muy superficiales de su vida. El Maestro no entra en el horizonte de sus deseos más profundos, de sus motivos más fuertes y radicales.
En la fe, no se trata solamente de ser buenos, o de cumplir una serie de ritos que tienen que ver con una tradición religiosa. La fe de Cristo, la de los evangelios, tiene que ver con la totalidad de la persona y sus búsquedas últimas y primeras.
Tal vez, deberíamos aprender a evangelizar desde este pequeño diálogo que Jesús establece con unos desconocidos, que tienen primeras inquietudes y, por ello, buscan un maestro. La Iglesia está llamada a evangelizar los motivos y las raíces de las personas, sus deseos más profundos, sus búsquedas más duraderas. Es posible que, para ello, deba responder menos y preguntar más; deba, como Jesús, salir a los caminos y ponerse al lado de los que buscan, para dialogar sobre sus inquietudes e invitarles a “venir y ver”.
Aquella tarde, se quedaron con él. Ha comenzado el futuro.
Manuel Pérez Tendero