Alejandra no paraba de llorar. Estaba en brazos de una mujer que no era su madre y había sufrido un gran estruendo a su alrededor. Al final, consiguió asir con sus pequeños dedos un dedo de la mujer que ejercía de madre. La niña se calmó. Más adelante, junto a la carretera, había un cocheSigue leyendo «Carreteras de vida»