“¿De qué discutíais por el camino?” El Maestro, como todos los grandes maestros de la historia, sabe hacer preguntas a sus discípulos. Enseñar es interrogar, suscitar inquietud; enseñar es ayudar a reflexionar sobre la vida para reconducirla con libertad y con sentido.
Los temas de diálogo y discusión muestran los intereses más profundos de las personas. Hablamos de aquello que nos importa, discutimos siempre con alguna finalidad, normalmente sobre nuestras convicciones e ideas.
Los discípulos de Jesús, subiendo con el Maestro a la ciudad santa, discuten sobre temas de poder: quién es el más importante, el primero. ¿No es este el deseo de fondo de toda discusión? El diálogo sereno busca la verdad, la discusión desea imponer nuestro criterio, pretende una victoria sobre el otro. El diálogo es propio de compañeros, de hermanos; la discusión es propia, más bien, de contrincantes, que pueden llegar a ser enemigos.
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