ENKIDU

Gilgamesh es una de las epopeyas más antiguas de la humanidad. Enkidu, el protagonista salvaje y primitivo, va a convertirse en persona civilizada, en ciudadano, gracias al amor, al aseo personal y a poder compartir con otros seres humanos alimentos elaborados.

Cocinar es algo más que proporcionarse alimento. Comer es algo más que nutrir el cuerpo. El ser humano es aquel que ha convertido una necesidad fisiológica en un acto social y elaborado. El hombre no come trigo, sino harina y pan.

Junto al amor y a la limpieza personal, por tanto, la comida elaborada y compartida es una de las claves que manifiestan una sociedad desarrollada. Podemos conocer las características principales de una civilización a través de sus recetas y costumbres culinarias, a través de sus ritos de iniciación a la pubertad y las costumbres matrimoniales; también, a través del cuidado de ciudades, casas y cuerpos de los propios ciudadanos. Los baños, por ejemplo, son una clave de civilizaciones como la romana y la turca.

Lo natural y lo artificial se unen para crear civilización. Por otro lado, la religión no ha estado alejada de estos pilares de la civilización. Los baños rituales son una constante en muchas religiones, el tema de la pureza ritual o moral. También es fundamental el amor y la sexualidad como misterios que tienen mucho que ver con el misterio de Dios. De hecho, en la Biblia misma el matrimonio sirve para expresar la relación de alianza entre Dios y su pueblo. Por otro lado, no es necesario insistir en la importancia de la comida como ritual religioso de plena pertenencia a una comunidad, o las importantes prescripciones de muchas religiones sobre qué comer, cómo comer y con quién comer.

¿No será esta una de las claves para comprender el misterio cristiano de la Eucaristía que hoy celebramos? La Iglesia se construye comiendo.

Es importante, en primer lugar, el tema del aseo personal. Al comienzo de la Eucaristía, la Iglesia pide a todos sus creyentes que purifiquen su corazón para poder comer con dignidad el alimento. De hecho, no puede acercarse a tomar el pan de la Iglesia quien no ha recibido el baño del bautismo y no ha permanecido en esa gracia y limpieza de Dios que el Espíritu nos regala. Cuando Jesús celebraba su Última Cena –donde nació la primera Eucaristía– fue lavando los pies a los discípulos uno a uno: su entrega nos limpia y nos hace civilizados.

En segundo lugar, aparece como dimensión fundamental la iniciación al amor en el misterio de la Cena cristiana. También en la Última Cena, después de lavar los pies a los discípulos, Jesús les repitió por dos veces el mandamiento nuevo del amor: comer juntos es fundar una familia unida. Al final de la Cena, en una oración sublime, el Hijo suplica al Padre por la unidad entre sus discípulos.

La Eucaristía no es sino la todo el amor de Dios entregado en la muerte de Jesús que recogemos en la copa de bendición. Por eso Cáritas celebra “su día” en el día de la Eucaristía.

En tercer lugar, la Eucaristía es comida: pan y vino ofrecidos a la comunidad para entrar en comunión con el Maestro que vive. La elaboración de este pan y este vino son fundamentales, en la cocina de la eclesialidad, para inaugurar una nueva comensalidad. El pan, “fruto de la tierra y del trabajo de los hombres”, es también tocado por el Espíritu de Dios para que la receta quede completa y se elabore el pan definitivo de la nueva civilización.

Enkidu, hace miles de años, fue iniciado a la civilización humana por Shamhat, la cortesana, que le enseñó el amor, la comida y el aseo personal. Ahora, la Iglesia, ejerce también de matrona para abrirnos a un nuevo tipo de humanidad desde la iniciación a otra forma de amar, de purificarse y de comer.

Manuel Pérez Tendero.