Familia en Camino

¿Por qué dedicar un día a la familia en los días de Navidad? La Navidad, ciertamente, es la fecha del año más familiar, más capaz de reunir a los que, el resto del año, pueden vivir más dispersos y alejados. Es tan familiar que, cuando falta algún miembro, se siente su ausencia de forma especial en estas fechas. Es tan familiar que, para algunos, son días tristes precisamente por la ausencia de algún ser querido. La Navidad es, probablemente, el tiempo del año en que menos nos gusta la soledad.


Esta forma familiar de celebrar la Navidad, ¿tiene que ver con el origen y el contenido de lo que celebramos? ¿Fue familiar también la primera Navidad? María, José y Jesús: los tres protagonistas de los evangelios de la infancia aparecen a menudo recorriendo la geografía de la Tierra Santa, para huir o para cumplir la ley. Los evangelios nos presentan una familia en camino.

Si la comparamos con las costumbres de aquel tiempo, estamos ante una familia no muy típica. Tampoco es muy típica si la comparamos con nuestro tiempo.

¿Por qué la familia? Hacerse carne significa adentrarse en un complejo de relaciones humanas. Hacerse carne, experimentar humanamente la filiación, significa recibir el origen de otros, hacerse niño, aprender a aprender. La Palabra eterna quiso aprender a hablar nuestras palabras; el que es Hijo por siempre quiso experimentar el tiempo y la espera, el crecimiento y la maduración. El Dios todopoderoso quiso experimentar la obediencia como aprendizaje primero de humanidad.

El mayor profeta de todos los tiempos tuvo que aprender a hablar escuchando el lenguaje de una familia humana. El Maestro itinerante, que recorrió los caminos para salvar al hombre, fue conducido por sus padres por aquellos mismos caminos antes de tener uso de razón.

La forma de hacerse hombre que tuvo el Hijo de Dios nos enseña el misterio de lo humano a los que también debemos aprender a hacernos hombres.

La familia es la escuela fundamental de la humanización, física y cultural, natural y religiosa. La esencia de lo humano es la relación, el amor: por eso es necesaria la familia para aprender a ser hombres; las claves escuela de la vida se adquieren por experiencia. No hay nada que nos eduque y nos forme como la relación con los demás.

Pero el Hijo de Dios se hizo familia en su encarnación, no solo porque es fundamental para aprender a ser hombre, sino porque es también la esencia de su ser eterno en Dios.

Jesús de Nazaret nos ha enseñado a comprender de una forma nueva el misterio de Dios: no es un ser solitario, ni siquiera un ser que ama a… no sé sabe muy bien quién. Dios es amor porque no está solo, porque es soledad habitada, amor interior, personas en relación.
Jesús de Nazaret nos ha enseñado el rostro paterno de Dios: Él es Padre, pero no nuestro, sino Padre de Dios Hijo, paternidad eterna. Con Jesús comprendemos de una forma nueva aquello que el Génesis nos había enseñado: hemos sido creados “a imagen y semejanza de Dios”. Como él, también nosotros estamos configurados por el amor, por la relación, por el regalo del ser que nos llega gratuito.

La familia se convierte, entonces, no solo en escuela de humanidad, sino en camino de eternidad, en aprendizaje religioso. No es de extrañar que las sociedades que más rechazan a Dios son aquellas que también rechazan la familia.

No miramos al pasado cuando creemos en la familia, sino al futuro. No miramos a las costumbres o a la tradición exterior, sino a la esencia de lo humano.

Está tan arraigada la condición familiar en la genética de nuestra alma que es imposible de extirpar. Se puede falsear, tergiversar, pero nunca hacerla desaparecer.

Con Jesús de Nazaret, humildemente, aprendemos las claves de la vida en el corazón del amor humano.

Manuel Pérez Tendero.