No temáis

Cada año que pasa es más fácil celebrar la Navidad.

A menudo, los grandes cambios de nuestra vida no llegan fruto de nuestra decisión y voluntad, sino provocados por circunstancias externas, a veces adversas, que nos empujan a ver las cosas de otra manera.

¿Quién está más cerca de Belén, la familia que celebra con muchas luces, alimentos y belenes la Noche de Navidad, o los refugiados que se esfuerzan por sobrevivir en el Próximo Oriente? Ciertamente, los segundos, y no solo por cercanía geográfica.

“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras y una luz les brilló…” Las palabras del profeta Isaías pueden convertirse en pura poesía que nos atrae por su belleza formal; pero fueron mucho más cuando él las pronunció, y siguen siendo mucho más que literatura en nuestros días.

La paradoja que los profetas anunciaron es que supieron ver, a diferencia del pueblo, un signo de esperanza en el nacimiento de un niño: eso es lo que celebramos en Navidad.

Los ejércitos del imperio Asirio se acercaban a Jerusalén, pero Isaías confiaba: hay una mujer embarazada. ¿No es pura ingenuidad y providencialismo peligroso? Esto es la Navidad.

Los ejércitos siguen acechando, la inseguridad nos va visitando a todos. El pueblo elegido tiene cada vez menos fuerzas y mira al cielo angustiado: la respuesta es un niño entre pañales, sin fuerzas siquiera para hablar y convencer.

Junto a los ejércitos, también los medios de comunicación acechan: con toda su propaganda cargada de superficialidad e interés, sembrando unos valores que son la antítesis de Belén. En la economía, en la política, en la sexualidad, en todos los campos se impone Herodes. Pero los creyentes, como pastores sin muchos recursos, se alegran y adoran: ha nacido un niño.

Los ejércitos están de parte de Herodes, también los gobernantes, y los jueces, y los que manejan el dinero, hasta muchos poetas y soñadores que buscan cobijo bajo los muros del palacio. Pero muy cerca, en descampado, está alumbrando una estrella que viene a cambiarlo todo; por eso tiembla Herodes.

¿Cuál es el peligro de este niño? ¿Cuál es el peligro de la Navidad? Algo supo ver Herodes que tembló; también tiemblan sus sucesores entre nosotros. ¿Por qué? ¿Algo tan pequeño os hace temer? ¿Por qué hacerle la guerra a algo tan sencillo como la Navidad?

Mientras Herodes tiembla por un niño, el ángel anuncia a los pastores que no tiemblen por el poder del rey, como Isaías le dijo al pueblo ante los ejércitos del imperio. Emmanuel ha llegado, “Dios-está-con-nosotros” y por eso no tememos, aunque tiemble la tierra.

La tierra tiembla, nuestro país se desvanece, la belleza se oculta entre las sombras, el bien calla en el corazón de la mayoría. Herodes teme y amenaza, por eso teme también el pueblo; solo unos pastores se atreven a esperar: cantan y se alegran porque acaban de visitar a una madre recién parida, a un niño sin fuerzas que va a cambiarlo todo: ayer, y también hoy.

Cuando las fuerzas se reducen y solo nos queda la esperanza; cuando los hombres le dan la espalda a su Creador y se empeñan en sembrar división; cuando la mentira ha seducido a los encargados de hablar; cuando nos quieren arrebatar incluso nuestro pasado y pervierten la memoria; cuando solo queda este niño sin fuerzas a quien no tenemos más remedio que mirar para esperar; cuando él lo llena todo y lo accesorio se va desvaneciendo; entonces, es Navidad.

¡Feliz Navidad, pastores!

Manuel Pérez Tendero