Poveda

No será candidata al Óscar. Se hablará de sus deficiencias y sus logros, de su poco presupuesto y el atrevimiento de sus realizadores. No sé cuáles serán exactamente las opiniones de los expertos, pero agradezco haber podido ver la película sobre Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana.

Me agrada la falta de maniqueísmo con que son tratados los problemas políticos. Ningún asomo de sangre, violencia, rencor. ¡Qué diferencia con muchas otras películas que también tratan temas relacionados con la guerra civil!

De forma muy leve, pero también muy respetuosa, se trata el tema tan de actualidad del carácter laico de la educación. Invita a la reflexión, espero que a todos.

Me agrada que la película nos presente a un hombre, sacerdote, que luchó por el papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. Cuando tiene que marchar para Madrid desde Jaén, no teme dejar su obra completamente en manos de las mujeres: “Esta es vuestra hora”, les dice.

Ante la reacción de algunos padres, que se oponían a que sus hijas trabajaran como maestras, me venía a la cabeza el tiempo en que el cristianismo se abría paso en la sociedad del Imperio: ¡Cuántos padres se opusieron a que sus hijas fueran cristianas, porque con ello se emancipaban de la sujeción al pater familias! Algunas de ellas murieron mártires precisamente por ello, y la Iglesia fue perseguida con la acusación de ateísmo y de atentar contra la estabilidad de la sociedad romana.

Es muy importante conocer el pasado para, entre otras cosas, no creer que nuestros tiempos son los primeros en todo y sus problemas y logros son únicos en la historia.

Tras ver la película me agrada, sobre todo, seguir los pasos de un hombre sin protagonismos excesivos, que intentó reformar una situación, no desde el poder, ni desde unas teorías de despacho o unos principios ideológicos, sino desde la persona.

Pedro Poveda no buscó el poder político para intentar mejorar la educación. Supo ver bien dónde estaba –dónde está siempre– la clave del cambio y la siembra más firme de reforma: en las personas; en el caso de la educación, en los profesores.

Los medios son importantes, los presupuestos, las leyes, los pactos, la programación, las agencias de calificación… pero ahí sigue el profesorado de a pie: descontento, sin que nadie se acabe de ocupar de lo que realmente importa. Pedro Poveda lo supo ver y construyó futuro.

Mucha gente necesita el poder para cambiar las cosas. A menudo, lo único que cuenta es la ideología para emprender supuestas reformas. Seguiremos dando vueltas, perdiendo el tiempo. Triunfará una ideología, cambiará el poder de manos, pero la educación no mejorará.

Pedro Poveda, por lo que podemos ver en la película, no tuvo siquiera poder eclesiástico; más bien, hubo de construirlo todo desde abajo, con el vaivén de quien vive sujeto a la obediencia. Pero contó con la clave del éxito verdadero: confiar en las personas, en la mujer. Junto a ellas, supo también poner tesón en cuanto emprendía. Quien tiene claras las cosas siembra para largo y no se arredra ante las dificultades, aunque se repitan.

Quizá la película convenía que no se hubiera hecho de otra manera, sino con esa sencillez de medios que es también un mensaje y una fidelidad a la historia que se cuenta. Con pocos medios se siembra profundo.

Pedro Poveda fue reconocido por la UNESCO. Ha sido también reconocido por la Iglesia con la canonización. Pero el principal reconocimiento está en las maestras que han creído en su sueño y han sembrado rumbos nuevos en la educación española y en muchos otros lugares del mundo.

El mejor reconocimiento es que su obra siga dando frutos entre nosotros.

Manuel Pérez Tendero