Manuel Pérez Tendero: “Muy arropado siempre por la gente que te quiere y por toda la Iglesia”

Un hombre de Iglesia. Un cura de parroquia. Un apasionado de Tierra Santa. Su vida es Cristo… Manuel Pérez Tendero cumple el próximo 5 de septiembre 25 años desde su ordenación sacerdotal. En pleno punto de inflexión en su vida, culmina una etapa del camino para iniciar la siguiente, con la ‘mochila’ preparada y la memoria llena de buenos recuerdos.

El 5 de septiembre de 1992, Manuel Pérez Tendero dijo sí a Jesucristo. “Creo que el día de la vocación es el día que te ordenas. El día del sí, es como la boda. Antes disciernes, buscas, te pones a disposición… pero el día de tu ordenación es el día de tu respuesta y casi también el día de la llamada definitiva”.

Don Manuel recuerda ese día “con mucho cariño”. “Me acuerdo, sobre todo, de la familia. El día anterior vinimos a Ciudad Real desde Urda, donde vivía, a preparar un poquito los aperitivos y esas cosas… Recuerdo que al volver por la carretera de Toledo –a última hora de la tarde- estaba muy bonito el cielo por la zona del pantano y fui casi todo el tiempo emocionado pensando cómo el Señor me regalaba aquel atardecer y aquel encuentro juntos, tranquilos, volviendo a mi casa desde la preparación, la última noche de mi vida antes de ser cura”. “Y también recuerdo el día siguiente esperando en casa que llegara la familia, en la puerta con el coche, ya todo preparado, nervioso”.

La ordenación, presidida por el obispo de entonces, don Rafael Torija, estuvo marcada por el “cariño en su homilía”. Un cariño que llegó hasta el final de la Misa cuando “mencionó a mi madre que había muerto hacía poco”. Aquel día “lo viví con mucha emotividad, con mucho realismo”, siendo consciente de que “esto es verdad, el Señor me quiere cura. Y muy arropado siempre por la gente que te quiere y por toda la Iglesia”.

Una vocación que se fue manifestando de forma progresiva en la que “hubo momentos clave”. Todo se fundamenta “en un sueño… sueños de misionero”.

Un sueño que empezó a forjarse cuando iba al colegio de los Mercedarios en Herencia. Aunque él no se planteaba en ese momento ser cura, como llevaban el Seminario Menor Mercedario, se fue a estudiar con ellos en Sarria durante un año, cuando ya estaba en primero de Bachillerato (BUP). Don Manuel cuenta que “lo cerraron” pero como le gustó, sus padres buscaron otro sitio y, en lugar de ir a Alcázar –que era donde ellos querían llevarle- se fue a Alba de Tormes (Salamanca) porque le parecía más apropiado para su edad.

Allí, –a los 15-16 años- empezó a plantearse en serio el tema de la vocación porque, además, fue un año muy importante en su camino de oración, “el avanzar en el aprender a rezar”. Precisamente, “en uno de los momentos de oración personal sentí, experimenté o como queramos llamarlo, una especie de toque del Señor, una petición muy concreta: ¿Quieres ser sacerdote?”, explica don Manuel, aclarando que “eso cuadraba con donde yo estaba, con mis sueños de infancia, con el proceso…”.

Después de terminar tercero de BUP ingresó en el Seminario de Ciudad Real. “No lo tenía del todo claro. Estuve a punto de no entrar por razones Ciencias-Letras y por otro tipo de razones. Fue un leve paso”. Una vez en el Seminario hubo “otros muchos pasos, ahí sí que comenzó el proceso desde dentro” de “realización” en el sentido de “convertirse en realidad”. “La vocación, que no era real, se fue haciendo real y el momento culmen de su realidad fue la ordenación pero antes hubo dirección espiritual, discernimiento…”. “También influyó mucho el proceso de mi madre, cuando mi madre murió, su enfermedad fue muy unida a mi discernimiento vocacional, un proceso de conversión en realidad”.

“El Señor va por delante en todo”

Al preguntarle cómo te vas haciendo amigo íntimo del Señor, don Manuel relata que “uno va viendo que el Señor tiene la iniciativa cada vez más. Entonces tus respuestas, en el fondo, son pequeñas. Por tu parte crees que muy fuertes y muy verdaderas, pero luego ves que eran muy fuertes para ti pero, en el fondo, muy pequeñas comparadas con Dios y que Dios siempre va por delante, y va por delante en los acontecimientos y hasta en las cosas negativas. Últimamente, hasta doy gracias por mis defectos porque, seguramente, sin ellos no estaría aquí, aquí de cura me refiero”. “El Señor va por delante en todo, pero eso lo entiendes después. Tu libertad no está a la altura de la de Dios pero es verdad que Dios es tan bueno que cuenta con tu pequeña libertad”. “Cómo la gran libertad de Dios y su precedencia y tu pequeña libertad, que Él respeta y fomenta, van conjugándose para que, incluso con renglones torcidos, el Señor escriba”.

Formación en Roma y Jerusalén

Manuel Pérez Tendero también estudió en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma y en la Escuela Bíblica y Arqueológica de Jerusalén y explica que, “cuando se acaba de estudiar el Bachillerato en Teología, hay la posibilidad de ir a estudiar una especialidad y no sabía exactamente lo que iba a estudiar”. Al final, “la circunstancia que se dio fue que nuestro sacerdote, profesor de Biblia, se secularizó en ese momento y, entonces, en vez de estudiar otras cosas que parecía que iban a ser más para mí, que eran la filosofía o la dogmática, tuve que estudiar, bendito sea Dios, Biblia. Entonces, fui al Instituto Bíblico. Me llevaron mis compañeros que ya estaban allí, en octubre, muy tarde pero bueno, y me apunté a Bíblico, empecé a estudiar Biblia. Eran tres años y te ofrecían la posibilidad de un cuatrimestre convalidar asignaturas en Jerusalén, y yo no me lo pensé. Me fui también con los compañeros de otras diócesis desde febrero a junio del último año, por tanto, dos años y medio en Roma y medio año en Jerusalén. Después, por no quedarme más tiempo por allí, porque hacía falta por aquí, me vine y la tesina sí que tuve que ir luego un par de veces y a presentarla en Roma. Esa ya la acabé cuando era sacerdote en Ballesteros”.

Un apasionado de Tierra Santa                                                                                       “La Biblia es el mejor retrato que existe sobre Jesucristo”

Además, don Manuel es guía de peregrinaciones en Tierra Santa. “La primera vez que fui era seminarista. Estaba en el verano primero de Roma, estudiando Hebreo. Entonces, fuimos todo el Seminario y yo iba ya, vamos, con la boca abierta, con el corazón en un puño a ver cosas, porque estaba estudiando Biblia… hasta los carteles en Hebreo, yo quería verlo todo. Y luego fui a estudiar, que estuve viviendo allí, y aquel fue el momento clave, claro. Vivía en un barrio árabe, todos los días teníamos que ir a Jerusalén con más gente árabe, nos apuntábamos a todos los cursos que había in situ sobre geografía y me acuerdo que la última excursión que hicimos fue a Jordania, durmiendo en el suelo. […] Luego ya me tuve que volver solo a Roma y me acuerdo en Notre Dame (Jerusalén), que allí te recoge un taxi para ir al aeropuerto y estaba esperando que me recogiera este taxi y estaba amaneciendo por el Monte de los Olivos… muy emotivo, diciendo: cuándo volveré a Tierra Santa, qué pena, me despido, seguramente para siempre, de esta tierra tan querida. Eso era en junio del año 1992 y, bueno, pues eso, acabé en Roma, me hice cura de Ciudad Real y a los poquitos años me llaman de Madrid para decirme que hace falta un guía para sacerdote de la Conferencia Episcopal y dije: ¿Adónde voy yo? Y, al final, me convencieron y empecé a ir, llevaba yo de cura tres añitos, en el año 1995-96. Empecé a ser guía de Tierra Santa con cursos de quince días y, a la vez, encantado porque podías explicar todo lo que habías estudiado, toda tu pasión… muy bien, desde entonces hasta hoy”.

Manuel Pérez Tendero considera que Tierra Santa “es una especie de pizarra desde donde puedes explicar la Biblia, también la Teología, la espiritualidad pero, sobre todo, la Biblia, una Biblia espiritual. Para mí la Biblia ha sido, no solo un lugar de conocimientos teóricos sino de conocimientos que ayudan a fundamentar intelectualmente tu fe, a ayudarte a crecer en la fe y, también, ayuda mucho a tu espiritualidad, a tu encuentro con Jesucristo. La Biblia es el mejor retrato que existe sobre Jesucristo. Cuando la explico, intento explicarla desde ahí, desde su ser retrato-icono de Jesucristo, igual en Tierra Santa. Algunos llaman a Tierra Santa quinto evangelio, pues sí, yo creo que es algo así, ¿no? Tierra Santa ayuda a la Biblia, la Biblia ayuda a Tierra Santa y ambas ayudan a lo esencial, que es el encuentro con Jesucristo, que es la esencia de nuestra vida, de nuestra fe”.

Pedro, ¿me amas?

Al preguntarle cómo describiría –a grandes rasgos- a San Pedro; al discípulo amado, San Juan; y a San Pablo de Tarso, don Manuel recuerda, primeramente, la lectura de Jn 21, 15 cuando Jesús pregunta a Pedro: ¿Me amas?

Pedro es “un hombre cuyo corazón, creo, va por delante de la cabeza y va por delante de todo. Se encontró con Jesucristo y le cambió la vida para siempre e, incluso, le cambió la persona antes de cambiarle la forma de ser. Siguió siendo ‘cazurro’, seguramente, pero era de Jesucristo, ya fue para siempre de Jesucristo. Fue un elegido, él no tenía seguramente ninguna cualidad para ser cabeza, para ser Pedro, pero Dios lo eligió, lo puso al frente de los apóstoles”.

El discípulo amado, San Juan, es “la afectividad con respecto a Jesucristo. Aquel que no se conforma con lo primero, quizá un poco más, diríamos entre nosotros, más secundario, que penetra, que se pregunta, que intenta ir más allá de lo evidente, sobre todo, desde el corazón, una sabiduría del corazón. Para mí la clave, quizá, esté en el capítulo 13 de San Juan, el que se recuesta en el costado de Jesús en la Última Cena, el que comparte la intimidad de Jesús pero, por otra parte, es un elegido en la intimidad pero no es el jefe, por tanto, es elegido y no jefe. Esto a mí también me ayuda a pensar, no todos los mejores son jefes; no todos los jefes tienen que ser los más íntimos… complementario a Pedro, muy complementario a Pedro”.

“Y San Pablo –de Tarso- pues es un hombre muy judío y que quiere llegar hasta el final en todo lo que hace. Quiso ser el más judío de los judíos y cuando se cayó al suelo camino de Damasco quiso ser el más cristiano de los cristianos. Creo que comprendió como nadie el misterio de Cristo en la Iglesia Primitiva, nadie se dio cuenta como él, ni siquiera San Pedro al principio, de las implicaciones del Evangelio. Si el Evangelio es verdad, si Jesucristo es verdad, pues la ley queda relativizada, solamente nos puede salvar Jesucristo, las obras quedan en segundo plano. Entonces, yo creo que fue eso, que quiere llegar hasta el final en las cosas y que entendió perfectamente como nadie las implicaciones de la cruz”.

Tras describir a los tres y preguntarle con cuál de ellos se identifica más, don Manuel contesta que, quizás, con “San Pablo –también conocemos más de su figura-. Si tuviera que coger un texto de ellos, con el que más me identifico es con San Pedro, con el capítulo 21 de San Juan: Pedro, ¿me amas?; Pedro, ¿me amas?; Pedro, ¿me amas? Entonces, como figura predicando San Pablo pero si tuviera que coger un texto”, el anteriormente citado. “Bueno, también está el capítulo 2 de Gálatas, mi vida es Cristo –Cristo vive en mí-, que dice San Pablo”.

Párroco en Ballesteros de Calatrava y Villar del Pozo

Manuel Pérez Tendero recuerda con mucho cariño sus años como párroco de Ballesteros de Calatrava y Villar del Pozo. “A los tres días de ordenarme, el día 8 de septiembre, que se llama allí la Octava de la Virgen, tomé posesión en Ballesteros de Calatrava y en Villar el sábado siguiente y, entonces, dije: mi luna de miel de sacerdote ha sido Ballesteros… en el 92”.

Primero estuvo seis años, “al principio tres viviendo allí y venía al Seminario, y tres al revés, desde el Seminario atendía a Ballesteros; y luego he vuelto otra vez, después de muchos años, a estar otros seis años”. Durante ese tiempo siempre ha sido formador en el Seminario.

Don Manuel reconoce que hay buenos parroquianos en Ballesteros y distingue entre el primer periodo en el que estuvo del segundo “porque ya había cambiado y la gente también había cambiado, había mucha menos gente. Pero al principio, sí, sí, sí, encontré buenos parroquianos y gente dispuesta”. “Había allí un sacerdote jubilado, que tengo muy buen recuerdo de él, luego murió pronto pero los dos años y pico que compartí con él, muy bien”. Además, se acaban de celebrar los 400 años del martirio del Beato Fernando de Ayala, es decir, que “están en tierra de santos Ballesteros y eso, quieras o no, ayuda”. Y también, “un pueblo muy mariano, la Virgen de Consolación, con esa expresión preciosa del Niño tocándole la garganta, como expresión de Inmaculada, por aquí no pasó la manzana… Un pueblo muy mariano, muy de santos y un pueblo pues, por desgracia, que ha ido decayendo en habitantes, estando cerca de Ciudad Real, pero una parroquia en la que yo creo que se trabaja muy bien”.

Párroco junto con don Isidro en la iglesia de Santiago Apóstol de Ciudad Real

Desde septiembre de 2012 y, hasta ahora, don Manuel ha compartido la cura pastoral de la parroquia de Santiago Apóstol de Ciudad Real con don Isidro. Al cuestionarle cómo ha sido trabajar en esta parroquia y con qué se queda, Manuel Pérez Tendero reconoce que “ha sido muy hermoso”.

En primer lugar, “el obispo me mandó aquí y me vine con Isidro. Yo nunca había estado trabajando con otro sacerdote. En el Seminario sí trabajábamos varios sacerdotes pero así en una parroquia, no. Entonces, lo primero que subrayaría sería eso. Pues, a pesar de que, como todo en la vida, hay diferentes opiniones, he aprendido mucho de don Isidro, del compañero. A ser compañero y a otras cosas, a iniciativas que tiene. Es un hombre muy creativo, muy servicial, muy disponible. El trabajar juntos aunque a veces cueste creo que es necesario, el Señor los mandó de dos en dos”.

“Y luego la feligresía. Una parroquia de ciudad es en eso más compleja. Mucha gente que viene por aquí a quien no conoces, pero no que no conoces o que todavía no conoces, sino que no la vas a conocer nunca porque vienen de paso. Eso, quizás, sea lo más negativo, que tampoco es negativo porque puedes también intentar tocar el corazón según pasan, ¿no? Hay gente que no es de la comunidad sino que pasan por aquí para un bautizo, para una boda. Resulta que luego ellos sí te conocen y te dicen: bautizó usted a mi hijo”.

Además, “se puede trabajar muchísimo, que da gusto, que hay personas, hay una mies preciosa delante en la que, no solamente mies en el sentido pasivo de recibir la doctrina de Cristo, sino una mies con ganas y capacidad de trabajar. Es decir, las familias, los matrimonios, los laicos, las religiosas… pero hay un potencial ahí evangelizador, yo creo que muy grande. A veces sabemos encauzarlo, otras veces por unas razones, por otras pues no sabemos, es el momento bonito para mí en este instante que me tengo que ir, pues eso, que empiezas a ver cada vez más el potencial en una parroquia como Santiago, con personas concretas… Y luego, el templo parroquial también muy bonito, ayuda muchísimo, la belleza del templo”.

Las personas que más han marcado su vida

A la hora de referirse a las personas más importantes de su vida, que han sido especialmente guías en su camino, don Manuel destaca que “hay una persona por encima de todas que ha sido mi padre, que ha sido una bendición de Dios hasta el último momento. Bendición, bendición, bendición, bendición. También mi madre, más lejanamente, porque murió en el 89”.

“Mi padre, ciertamente, lo fue antes cuando yo era niño, después y lo ha sido últimamente. Ha sido, seguramente, la experiencia más importante de mi vida o de las más importantes, estos últimos años con mi padre y su enfermedad. Me ha marcado mucho su fe y su forma de ver las cosas”.

Directores espirituales y profesores también le han ayudado “bastante” y “algunos amigos sacerdotes, muchos de ellos más jóvenes que yo han incentivado mi búsqueda, amigos laicos. La amistad en esto… ha habido personas muy concretas que yo no sería quien soy si no fuera por ellas pero por pura amistad, por pura gratuidad, no es que me hayan dado charlas ni cosas de esas, sino por el camino juntos”.

Momentos de alegría durante estos 25 años

Hay muchos momentos que Manuel Pérez Tendero ha vivido con especial alegría pero, si tuviera que elegir algunos, él destaca, por ejemplo, “el viaje a Tierra Santa era para mí un acontecimiento sacerdotal, de alegría y misionero, totalmente. Ha sido un acontecimiento de alegría también cuando en las parroquias ha habido algún evento, organización de algún acto o alguna peregrinación en común, es decir, algún momento significativo de la parroquia”.

En Ballesteros de Calatrava “me encantaba el día 8 de septiembre porque era cuando llegué y era una fiesta muy de la parroquia y me gustaban mucho esos momentos”. También, “la Semana Santa de Ballesteros. Esas Semanas Santas intensas en Ballesteros, preparadas… han sido momentos muy significativos, especiales”.

“Una de las cosas más interesantes es que ningún día era igual a los anteriores, eran tan diferentes y tan llenos de acontecimientos. Si hubiera que elegir un momento, lo que pasa que no es uno único, pues, la Eucaristía, celebrar la Eucaristía con tus feligreses”.

“En el Seminario cuando iba de peregrinación con los chicos de Fundamentación… Cuando los chicos, alguno en concreto, te decía que iba a entrar al Seminario o se hacían curas algunos con los que tú habías estado, eso era un momento de plenitud y feliz. Como cuando ahora ves a algunos chicos a los que les das clase y los ves siendo buenos curas y la gente hablando bien de ellos y asumiendo responsabilidades… eso da una satisfacción. Igual que ver a laicos que van tirando de las cosas, es una maravilla”.

Un hasta siempre a la parroquia de Santiago de Ciudad Real: “Gracias a Dios por poder compartir mi fe con mi compañero don Isidro y con mis queridos hermanos cristianos”

Tras ser nombrado por el obispo nuevo rector del Seminario Diocesano de Ciudad Real, Manuel Pérez Tendero se despide de la que ha sido su parroquia durante los últimos cinco años. “Darle profundas gracias a Dios por la oportunidad que me ha concedido de poder compartir mi fe con mi compañero sacerdote don Isidro y con mis queridos hermanos cristianos… Gracias a Dios por ellos, porque he podido caminar no solo, sino como somos los creyentes y como somos los seres humanos, una comunión, una familia. Un agradecimiento a Dios por este camino hecho”.

“Como siempre se dice, hay cosas que podría haber hecho mejor, seguro, concretas… entonces, también le pido a Dios y a las personas concretas, perdón por no haber podido dar lo que el Señor me pedía o lo que hacía falta para cada persona en concreto. Ha habido lagunas, muchas lagunas. También pido perdón y que ese perdón sirva para que los que me perdonan pues crezcan en su fe. Que el ser perdonado, pues también es ser amado, entonces yo también espero el perdón de las personas que caminan conmigo porque si es bueno para mí, genial, pero también para ellos”.

“También un consejo, lo que decíamos antes del potencial, ¿no? Yo creo que la parroquia, con sus sacerdotes como pastores tiene un gran potencial con personas concretas que no vamos a nombrar. Entonces, que esas personas superen toda tentación y ese potencial lo desarrollen en la parroquia y en el mundo”.

Un mensaje para los jóvenes y no tan jóvenes que tienen vocación al sacerdocio

“Cuando me preguntan qué tal esto de ser rector del Seminario digo, bueno, a lo mejor soy un poco insensato pero estoy muy tranquilo por lo siguiente: porque me fío de Dios y me fío de mis hermanos, hay mucha gente rezando por la vocación y me fío mucho de los que van a ser compañeros míos en el Seminario”.

“También diría a los jóvenes que están, que pueden estar, que se fíen de Dios, que si hubiera alguna llamada, que no esperen a tenerlo todo bien atado, seguro. En la vocación también se cree, la vocación es sujeto de fe. Yo creo en el amor de Dios, yo creo en la llamada de Dios. Por tanto, que no tengan miedo, que crean en la vocación… hay que dar la vida. Donde más te lleve a dar la vida; lo que más te lleve a amar a Jesucristo como amigo y a entregar la vida”.

¡Gracias por todo, don Manuel!

Como se dicen los peregrinos que se encuentran cuando se dirigen a Santiago: “¡Buen camino!”.                                                                                                                                   Gracias por dar todo lo que el Señor pone en ti.                                                                      Gracias por buscar el bien de todos y cada uno de nosotros.                                             Gracias por acompañarnos en este Camino.                                                                 Termina una etapa… ahora: ¡A por la siguiente!                                                       Seguimos caminando.                                                                                                        ¡Hasta siempre, don Manuel!

Virginia R.L.