“Solo se posee eternamente a los amigos de quienes nos hemos separado” (Marguerite Yourcenar).
Esto significa, para la autora francesa, que hemos de aprender a despedirnos de aquellos que amamos cuando aún los amamos: “Más vale que aquellos a quienes amamos se vayan cuando aún nos es posible llorarlos”.
Probablemente, lleva razón: el presente enfría, a menudo, las amistades; son mucho más duraderas cuando se han interrumpido, por causas externas, en la cima del amor.
Pero sus palabras resuenan de una manera muy diferente para aquellos que hemos recibido los evangelios como relato fundante de nuestra fe. Nos recuerdan, más bien, a esas palabras paradójicas de Jesús a sus discípulos: “Os conviene que yo me vaya… Es necesario que el Mesías padezca para entrar así en su gloria”.
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