Domund

Un niño pequeño, vestido de médico, juega en la mesa del salón de su casa. Delante de él, una gran pantalla de televisión cuenta la noticia del terremoto de Nepal y la labor de los misioneros para ayudar a todos los damnificados. Detrás del niño, sus padres leen el periódico y hacen crucigramas. La televisión es un sonido de fondo al que no prestan demasiada atención. El niño sí escucha y ve la tragedia.

En un momento, el niño cierra su maletín médico de juguete y se dirige a su habitación. Allí, en la pared, hay un mapa del mundo. El niño busca el país del que habla la televisión: Nepal. Tras un rato de recorrido mundial con la mirada, lo encuentra. Abre su maletín médico. Podemos ver sus pies, sobre zuecos de hospital, que se elevan para llegar bien arriba: algo está haciendo con el mapa que le cuesta esfuerzo y le hace llegar más allá de sus posibilidades. Al final, comprendemos la acción: el niño ha colocado una tirita sobre Nepal. Más tarde, sus manos unidas y su actitud recogida nos muestran que el niño apoya su acción simbólica de sanación con la oración. Una voz en off nos ayuda a sacar una conclusión: “Un gesto de misericordia, por pequeño que sea, es importante”.

Es el video que se ha elaborado este año para la presentación de la campaña del Domund, el domingo de las misiones. Apenas tres minutos llenos de ternura y que invitan a la reflexión. Frente a la indiferencia de los padres –¿quién no se ha acostumbrado ya a las catástrofes y el sufrimiento ajeno?–, el niño se siente llamado a hacer algo. Ayuda y reza, hace lo que puede. Este es el objetivo de esta Jornada misionera: despertar nuestras conciencias para mover nuestros cuerpos. España es el segundo país del mundo, por detrás de Estados Unidos, que más aporta económicamente a la causa misionera. Y es el primer país en número de misioneros. Hemos de sostener este compromiso.

El lema –“Misioneros de la misericordia”– se adelanta un poco al año jubilar que comenzaremos en diciembre. Este año, aún se podría reflexionar sobre la importancia de la vida consagrada en las misiones. La mayoría de nuestros misioneros son religiosas y religiosos que han dejado patria y hogar para servir a otros en nombre del que los llamó. La misión es también cosa de laicos, pero las misiones serían distintas, cuantitativa y cualitativamente, sin los religiosos. No sé si habría misiones sin ellos.

Con el Centenario del nacimiento de Teresa de Jesús recién terminado, el lema también podría haber relacionado la oración y la misión. No solo porque, como el niño del video, podemos hacer mucho rezando por los misioneros; sino porque la vocación misionera madura, a la larga, en el seno de la oración. Sin oración, sin búsqueda de la voluntad de Dios, sin alguien que nos llame y nos empuje, no puede haber misión. ¿Qué predicaríamos, en nombre de quién? ¿Y quién daría la fuerza para sostener, año tras año, la fidelidad en la entrega?

La oración es el ejercicio de la filiación frente a Dios. Gracias a ella, los demás se convierten realmente en hermanos nuestros, personas que nos importan, porque han sido amados por el mismo Padre que nos ha revelado su ternura. En el corazón de Dios el otro se hace más cercano y nos ayuda a vencer perezas y comodidades. En el corazón de Dios la solicitud por el otro nos pone en camino. Como en el video promocional de esta Jornada, la noticia deja de ser mera información para convertirse en llamada, el dolor de los demás deja de ser rumor de fondo que apenas se puede oír para convertirse en palabra firme que nos despierta.

“Misioneros de la misericordia” porque portan la misericordia de Dios en su propia entrega. Pero misioneros, también, “por misericordia”, por compasión, por empatía, por fraternidad, por humanidad, porque nos ha llegado al corazón (“-cordia”) el dolor (“miser-“) de los demás.

Manuel Pérez Tendero