Otros setenta y dos.

En todas nuestras asambleas resonará hoy la palabra firme de Jesús que envía a setenta y dos discípulos a predicar el Reino por delante de él. A la vez, en la carretera de Porzuna, nuestro Seminario realiza el cursillo de ingreso: lo que pedimos y escuchamos en nuestras parroquias lo hacemos en el corazón de nuestra misión diocesana.

La Iglesia es una, santa, católica y apostólica. Sin apóstoles no hay Iglesia. San Lucas, junto al envío de los Doce, sitúa en los orígenes cristianos a otro grupo importante, los Siete, llamados más adelante “diáconos”. Existe un doble grupo porque existen diferentes destinatarios del Evangelio y porque la misión va más allá de los primeros obreros.

Durante su vida pública, también realizó Jesús dos envíos según san Lucas, con dos números que tienen el mismo significado: junto al envío de los Doce, está también el envío de los Setenta y dos. La tradición de la Iglesia ha querido ver en este grupo el precedente de los futuros presbíteros, de la misma manera que ve en los obispos los sucesores de los Doce. En esta misma línea, se ha considerado a los Siete como origen de los futuros diáconos.

Si el doce es el número de Israel y sus tribus, el siete y el setenta es el símbolo de las naciones paganas. El Reino no irrumpe solo para el pueblo elegido: todos se convierten en destinatarios de la elección de Dios.

Pero el setenta no nos habla solo de la ampliación de los destinatarios, sino de la abundancia de trabajadores. Más allá de los Doce, también otros están llamados a colaborar con Jesús, el Enviado, en el envío.

En todos los acontecimientos importantes de la vida y misión de Jesús, el evangelista san Lucas nos lo presenta en oración. También cuando envía a los suyos, Jesús les pide como primera actitud la oración: “Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros”, porque no existe correspondencia entre la abundancia de la tarea y el número de los trabajadores.

La falta de obreros no viene marcada por el número absoluto de los llamados, o por la comparación con otros lugares, sino por la abundancia secular de la mies. ¡Hay tanto que hacer! ¡Es tanta la tarea! ¡Son tantas las personas a las que Jesús quiere llegar personalmente! ¡Hay tantas vidas que el Reino quiere transformar!

El Dios de la misericordia quiere que compartamos su preocupación por cada una de las ovejas de su rebaño: por eso hay vocaciones, por eso hay oración, por eso hay trabajo intenso y confiado.

Ojalá que nadie, este domingo, abandone la Eucaristía, más o menos contento, porque ya ha celebrado el culto semanal como creyente. Debemos salir con el corazón de Dios en nuestras manos, con su plegaria en nuestros labios, con sus deseos de llamada en nuestros oídos.

Hacen falta obreros, muchos. En Ciudad Real hacen falta obreros, y el Dios de quien depende todo ha querido también implicarnos a sus hijos en el surgimiento desprendido de obreros que trabajen en la construcción del Futuro.

“¡Poneos en camino!” No os dediquéis solamente a la queja o a la reflexión vacía: poneos en camino de oración y de disponibilidad. Convertid vuestras familias en lugares de acogida de la llamada de Dios; que vuestras parroquias sean tierra abonada para el surgimiento de vocaciones, de obreros, de sucesores de los Setenta y dos.

Que os preocupe el Seminario, que os preocupe cada pueblo que no puede celebrar la Eucaristía; que se despierte vuestra misericordia a cada oveja perdida que no tiene pastor que salga en su busca.

Manuel Pérez Tendero