Hacia el Domingo…21 de marzo de 2021: «MAESTRO DE OBEDIENCIA»

La figura de san José está ligada, fundamentalmente, a la infancia de Jesucristo. El carpintero de Nazaret no tiene ninguna presencia en la vida pública del hijo de María, menos aún en la pasión y en la resurrección. Esto es así, seguramente, porque José había muerto cuando Jesús comenzó su ministerio público. María aparece poco en este ministerio, pero José no aparece nada.

El recuerdo de san José en este tiempo de Cuaresma, muy cercanos a la Semana Santa, parece que descoloca un poco el orden de las cosas. ¿Hemos de hacer un paréntesis en nuestro itinerario hacia la Pascua? ¿O hemos de integrar la figura de José en las cercanías de la cruz?

Tenemos que decir, en primer lugar, que el cristianismo es un misterio que tiene que ver con una historia resucitada; desde el cuerpo vivo de Jesús se asume toda su biografía: sus heridas en la cruz, sus pies que caminaron por Galilea, sus genes de una mujer de Nazaret, su nacimiento mesiánico en Belén, su vida oculta en la aldea, el frescor ungido de las aguas del Jordán, los ecos de sus parábolas en los montes en torno al lago, la fuerza de sus milagros y la carne agradecida de tantos redimidos con su presencia… Todo queda asumido en su cuerpo entregado que vive para Dios.

Por eso, toda celebración cristiana es presencia de ese Cuerpo que nos muestra toda la riqueza de su historia. Por eso, podemos celebrar dimensiones y etapas de esa biografía de forma concreta, pero siempre como parte de un camino hacia el presente de su victoria. El bautismo es unción para la entrega, Simeón les habló a los padres de dolor y pasión: todo forma parte del plan de Dios que se cumple definitivamente el domingo de Pascua. Hoy, todo el presente de la Iglesia, lo vivimos desde ese domingo y, desde ahí, recuperamos todo su pasado, todas las dimensiones de la “biografía del Resucitado”.

José tiene que ver con la cruz y con la resurrección, tiene que ver con las parábolas y tiene que ver con las esperanzas de los antiguos padres de Israel.

Me gustaría subrayar una dimensión que une de una forma profunda la infancia del Hijo, junto a José, y su entrega definitiva, en Getsemaní y en el Calvario: la obediencia.

Dicen los psicólogos que nos configura profundamente y para toda la vida lo que hemos vivido en nuestra infancia. Jesús es el Hijo de Dios, pero su vida y su ministerio son también fruto de lo recibido en el hogar de Nazaret. Jesús fue educado por un matrimonio judío formado por un hombre justo y una mujer virgen. Pasado el momento de la primera infancia, corresponde al padre la responsabilidad principal de la educación del hijo. Jesús fue educado por José para su futura misión.

En los textos de la infancia, san Mateo nos habla del protagonismo de José en todas las andanzas de la familia sagrada. Ese protagonismo es fruto de la obediencia: más allá de los planes que fraguó desde su justicia, José aprendió a obedecer los planes de la gracia de Dios. Los sueños de Dios cambiaron sus proyectos.

En san Lucas se insiste más bien en el protagonismo de María y en la obediencia de Jesús a sus padres. José, obediente al misterio de Dios, enseñó a este niño único los caminos de la obediencia. El Hijo de Dios –como nos dice la carta a los Hebreos– tuvo que aprender la obediencia. Y la aprendió bien.

Al final de su vida, la clave de la misión de Jesús fue la obediencia a la voluntad de Dios: lo vemos de forma dramática en Getsemaní y de forma cumplida en la cruz.

La obediencia al Padre fue también aprendida por el Verbo encarnado en la escuela de José. Lo hizo bien este varón justo en la educación del Siervo obediente que puede salvar a todos los que le obedecen.

José es el modelo de toda paternidad; como él, todos los padres están llamados a obedecer los planes de Dios y, desde ahí, enseñar a sus hijos la clave de la educación: la obediencia, la escucha, la fe.

José es modelo también del Seminario: no sé si la obediencia es la asignatura que mejor aprenden los sacerdotes del futuro. No sé si, quienes los forman, van aprendiendo a obedecer para saber enseñar la obediencia. Quiero creer que sí, pido por ello. Si quieren ser auténticos, José les muestra el camino.

Manuel Pérez Tendero