Hace unas semanas, en un programa de televisión con mucha audiencia, era entrevistado un escritor famoso que es todo un referente cultural en nuestro país. Sus respuestas eran interesantes y profundas. En un determinado momento, dijo que él aconsejaba ser ante los demás, no tanto un luchador cuerpo a cuerpo, sino un francotirador; cuando el enemigo acecha, es mejor esperar: tarde o temprano, la vida lo pone delante de tu objetivo y puedes dar el tiro de gracia; la paciencia para acabar con el enemigo en el momento oportuno, de forma infalible.
En la historia de Israel, un rey persiguió, aparentemente sin motivo, a uno de sus mejores soldados: Saúl, primer rey de Israel, persiguió a David. Parece que la envidia fue el motivo principal, el temor a que David le pudiera quitar el poder. David huyó por los desiertos. En un par de ocasiones, el destino puso a Saúl en sus manos. En una noche que Saúl dormía con su ejército, David se acercó y tomó la lanza y el botijo de la cabecera del rey, pero no lo mató.
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