El primer domingo de la historia se levanta con un vacío y una información: el cuerpo de Jesús no está en el sepulcro y un joven con vestiduras blancas dice que ha resucitado. Las mujeres, a su vez, transmiten esta noticia a los discípulos: no hemos encontrado su cuerpo y nos han dicho que ha resucitado.
Desde la perspectiva de los seguidores de Jesús, por tanto, la resurrección es, en primer lugar, un anuncio que han recibido. Ellos han estado ausentes por completo de todo lo que ha sucedido. La mayoría, también estuvieron ausentes de la muerte y la sepultura del Mesías. ¿Qué deben hacer ahora ellos? ¿Cuáles son las implicaciones discipulares de la victoria del Maestro sobre la muerte?
El joven de blanco ha recordado las palabras que ya dijera Jesús, antes de Getsemaní: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; pero, cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea”. Esta ha sido la clave desde el principio: él ha marchado delante; ellos han sido seguidores. Ahora, gracias al domingo, la muerte no es el final del seguimiento: el discipulado continúa, queda mucho camino por recorrer, mucha vida que aprender, y el Maestro sigue fiel, a pesar de la muerte: está ahí y nos vuelve a llamar.
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