Hacia el Domingo…16 de enero de 2022: «BODAS CON ESPOSO»

Creo que todos conocemos los datos de matrimonios en nuestra sociedad. Los jóvenes, cada vez, se casan menos; por otro lado, el momento de la boda se retrasa; por fin, las separaciones y divorcios de aquellos pocos que se casan no dejan de aumentar.

Sin entrar en las causas, está claro que una mirada estadística descorazona y nos hace afrontar el futuro de una forma no muy esperanzada. Una de las consecuencias más claras, que ya vamos experimentando, es la profunda soledad de las personas, y no solo cuando son mayores.

El relato de las bodas de Caná, en los comienzos del evangelio según san Juan, podría expresar bien lo que estamos viviendo en el drama de nuestras familias: “Les falta vino”.

Frente a la mirada estadística, la mirada de María, la virgen de Nazaret. Ella ve y, lejos de juzgar, dialoga con su hijo. Venimos de celebrar la Navidad, el misterio de la encarnación: el Hijo de Dios se ha hecho carne para caminar entre nosotros, para compartir nuestra realidad y sus sufrimientos. También se aplica el misterio de la encarnación a nuestros amores y a nuestras fiestas matrimoniales.

Como en las bodas de Caná, Jesús y su madre han querido hacerse presentes en nuestras bodas. El Verbo de Dios quiere habitar nuestros amores y afectos, nuestras fiestas y nuestras frustraciones. Si él no está, la falta de vino no tiene solución.

¿Seguirá siendo cierta esta constatación? ¿Será Jesús de Nazaret, acompañado de su madre, la solución al problema de nuestros matrimonios?

¿Cómo se evangeliza la afectividad? ¿Cómo se humaniza el amor? ¿Cómo se construye la fidelidad?

En las bodas de Caná, Jesús no ha venido, en primer lugar, a solicitar la colaboración de los esposos para su misión: los esposos son el lugar mismo de su misión. Jesús no pide a los novios que le ayuden a evangelizar Caná y Galilea: se hace presente en sus bodas para solucionar la falta de vino.

Cuando el matrimonio recupera su vino, se manifiesta la gloria de Jesús y aumenta la fe de sus discípulos en él. Es este un bello camino que el Señor quiere seguir recorriendo entre nosotros. Familias que recuperan su vino por la presencia del Mesías: ese milagro es pura evangelización para que los discípulos recuperen su fe.

¿No es esta la esencia del sacramento del matrimonio? Hogares habitados por la presencia del Esposo y su madre, amores humanos visitados por el amor infinito de Dios.

No podemos evitar que falte vino: tarde o temprano, los problemas surgen. El amor es el tema más delicado de la vida. Pero sí podemos fomentar que el Señor se haga presente en nuestras relaciones; podemos, como María, ser invitados en las bodas de los hermanos y elevar nuestra súplica al Maestro.

            La vida pública de Jesús se inicia en una boda, se adelanta su hora porque los matrimonios le necesitan. ¿No puede ser este el signo de la vida pública de Jesús en nuestra época, de la misión de la Iglesia del Esposo?

La afectividad, en general, y el matrimonio, en particular, es uno de los temas de nuestra sociedad, de nuestras vidas. ¿No habrá de ser este, también, el gran tema de la evangelización?

Necesitamos obreros en la mies, evidentemente; pero necesitamos obreros que, antes, han sido campo sembrado en el que el divino sembrador ha plantado la semilla de su palabra. Necesitamos familias cristianas que evangelicen; pero, para ello, necesitamos matrimonios redimidos, heridas curadas, ausencias de vino sanadas por la presencia del Esposo definitivo y su madre virgen.

No podemos dar por supuesto que todo funciona en las familias cristianas para programar, con ellas, actividades pastorales. Caná es, en primer lugar, ámbito de misión, realidad llamada a ser redimida, pequeño mundo que el Hijo ha venido a habitar.

Manuel Pérez Tendero