Hacia el Domingo…26 de diciembre de 2021: «NOS HA CAMBIADO LA VIDA»

Una constatación: la pandemia, un año más, ha configurado nuestra forma de vivir la Navidad. Las reuniones familiares, las comidas, las celebraciones eucarísticas: todo ha quedado influido por el virus y nuestro miedo a contagiarnos.

Una pregunta: ¿influye la Navidad en nuestra forma de afrontar la pandemia?

La Navidad no es una fiesta que forma parte, sin más, de nuestro calendario: es la irrupción de la salvación del hombre, el triunfo de la luz, la victoria sobre todo lo que nos oprime. Hemos creído en este Niño y, por eso, afrontamos las dificultades de una forma nueva, con esperanza.

Una constatación: la pandemia nos ha cambiado la vida.

Una pregunta: ¿nos ha cambiado la vida la Navidad? Celebramos que el nacimiento de un niño ha cambiado la historia para siempre: ¿vivimos este cambio en nuestras propias vidas? ¿Hasta qué punto hemos creído en él?

¿Qué tiene más fuerza, la pandemia o la Navidad? ¿Quién influye más en nuestras vidas, el virus nacido en China o el Niño de Belén?

La noticia de la Navidad es una Buena Noticia, que “lo será para todo el pueblo”, dijeron los ángeles en los alrededores de Belén.

Es una de las más hermosas frases de Isaías, que estos días proclamaremos con fuerza: “Dichosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas noticias”. Los ángeles son mensajeros de Evangelio (buena noticia) para los pastores, los mismos pastores se convirtieron también en “evangelizadores” después de haber visto lo que les habían anunciado. El ángel, nueve meses antes, fue evangelizador de María en Nazaret. La Navidad está marcada por la presencia de personas que traen buenas noticias.

Creo que necesitamos Navidad más que nunca. Nuestros ángeles, nuestros anunciadores, son más bien transmisores de malas noticias. En la televisión, en las redes sociales: se insiste siempre en lo malo y, con ello, siembran de miedo nuestras vidas. A veces, parece incluso que se enorgullecen de ello, que se regodean en lo negativo.

Lo peor es que nosotros nos dejamos llevar por esa dinámica y nos convertimos en ángeles de queja y tinieblas; nuestras conversaciones se revisten de negatividad y nuestras relaciones se vuelven airadas y tristes.

El mundo necesita escuchar el bien, necesita recibir buenas noticias. ¿Es real la pandemia? Lo es; como real es toda nuestra crisis y las dificultades que nos visitan cada día. Pero lo negativo no es lo único real. ¿Por qué callamos lo bueno? ¿Por qué no es noticia la luz, el amor, la entrega, el bien que hacen las personas?

En la primera Navidad, la que es el contenido de todas nuestras Navidades, solo los sencillos supieron recibir el misterio, lo adoraron y lo transmitieron. Tal vez esta sea la clave: hemos perdido la sencillez, nos han robado la fe.

Quizá Herodes se ha convertido en el dueño definitivo de Belén y se ha apropiado la Navidad; ese poder que domina a través del miedo y nos roba siempre la sonrisa.

El mundo necesita ángeles y pastores, hermosos pies que, sobre los montes de nuestras dificultades, nos traigan buenas noticias. El mundo necesita creyentes, personas sencillas que vivan la Navidad y la transmitan. El mundo necesita evangelizadores, personas de palabra luminosa y mirada de futuro.

La Navidad no es solo una fiesta, por muy entrañable que nos resulte: la Navidad es el futuro de la humanidad, es la luz que necesitamos en medio de tantos miedos y ante tanta incertidumbre.

¿Quedan cristianos suficientemente sencillos y creyentes que, más allá de sus miedos, podrán transmitir a este mundo la esperanza?

La luz brilla en la tiniebla: este es el mensaje de la Navidad. El Niño ha vencido a Herodes, la esperanza disipa nuestros miedos… ¡Feliz Navidad!

Manuel Pérez Tendero