Hacia el Domingo…15 de julio de 2018: «LA POCIÓN MÁGICA DE ASTERIX»

“Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor”.

Con estas palabras comienzan todos los libros de Asterix que, desde hace muchos años, han entretenido con aventuras y humor a varias generaciones de lectores.

Este fin de semana, un grupo de niños y jóvenes se han marchado de Campamentos a los alrededores de Villanueva de los Infantes. “Asterix y Obelix: misión en La Mancha” es el tema de estos Campamentos que organiza el Seminario.

Todos conocemos el secreto de los “irreductibles galos” de aquella aldea del norte de Francia: es la poción mágica que prepara el druida Panoramix. Cuando la beben, se llenan de una increíble fuerza que los hace vencer a todos los ejércitos a los que se enfrentan.

Con motivo de estos Campamentos se me ocurría reflexionar sobre ciertos paralelismos entre los libros de Asterix y la sociedad en que vivimos.

También hoy el Imperio está imponiendo su fuerza en todos los territorios del planeta. Ya no es Roma la capital: no sabemos muy bien quién gobierna el mundo y desde dónde, pero sabemos que la ideología dominante se extiende, imparable, por todos los rincones de la tierra. La mentalidad, las leyes, las inversiones, los medios de comunicación: todo está al servicio del nuevo Imperio que quiere gobernar a las masas a cambio de pan y circo, a cambio de bienestar a toda costa.

Ya no son las legiones quienes imponen el dominio: todo se ha vuelto más sutil y la propaganda política, que ya existía en Roma, se ha multiplicado y ha aprendido nuevos métodos, más callados y eficaces.

¿Existe alguna aldea irreductible a esta imparable fuerza del Imperio que todo lo quiere dominar? ¿Dónde habitan los valientes galos de hoy? Se me ocurre un paralelismo entre aquella aldea y nuestra Iglesia. Ella habita en medio del Imperio, no se ha buscado un lugar lejano y apartado para vivir en una apacible comodidad que no se implica; vive en medio del Imperio pero no deja que las nuevas legiones impongan su ley implacable en todos los rincones: quiere ser un reducto de libertad, de otra forma de ver las cosas, de posibilidades más amplias y profundas para el hombre.

Frente al poder de las legiones, su fuerza es insignificante, pura impotencia… Si no fuera por esa poción mágica que Panoramix no deja de cocinar. La fuerza de nuestra aldea cristiana es la poción eucarística, el pan y el vino de nuestro Señor que los druidas-sacerdotes nos preparan. Al beberlo, adquirimos una fuerza sobrenatural que nos hace invencibles frente a todo imperio que se quiera imponer.

Todos nos parecemos más a Asterix que a Obelix. El héroe bonachón y descuidado, se cayó de pequeño en una marmita de poción mágica y, por ello, su naturaleza es invencible sin necesidad de beber. Asterix, en cambio, debe beber la poción para retomar fuerzas una y otra vez. Nosotros somos este héroe, pequeño y viril, que sabe que su fuerza no reside en sí mismo: necesita al druida, necesita beber, necesita que la magia fortalezca sus músculos para afrontar todos los combates.

En este paralelismo entre las aventuras de los galos y nuestra sociedad, Asterix no es el sacerdote: los sacerdotes serían, más bien, el druida que conoce la fórmula de la poción y la prepara para la aldea. Asterix es cada uno de nosotros, cada creyente que debe afrontar una misión particular en su vida. No sería nadie sin la aldea, no tendría fuerzas sin la poción.

Como él, somos “pequeños galos en medio del Imperio”, pero contamos con nuestra astucia, contamos con el amigo inseparable; contamos, ante todo, con la poción que alimenta nuestras fuerzas y desconcierta a las legiones.

El aspecto cómico de los héroes galos es también importante: esa seguridad en que lo bello siempre vence, en que debemos luchar desde la confianza, sin enfados, sin exageraciones apocalípticas, sin perder la esperanza.

También hay “Misión en La Mancha”. Bebemos y vivimos, afrontamos la tarea.

Manuel Pérez Tendero